domingo, 11 de julio de 2010

Cuarto buscapié

11 Julio 2010

Machito

En un futuro cercano. Machito se cuadra de hombros y golpea la palma de su mano con la macana. Siente la testosterona corriéndole por la sangre y metiéndose en el microscópico espacio entre sus escasas neuronas. Se interrumpe la sinapsis.

Él no lo sabe, pero ese es el mismo proceso que causa las guerras y los crímenes pasionales. Es lo mismo que ya le ha causado problemas antes a la Uniformada.

Machito siente el miedo escalándole las piernas y oprimiéndole el corazón. Tensa su bíceps para que la camisa le apriete un poco más y el apretón le recuerde su condición indiscutible de macho alfa. Su crasa falta de educación es triste: desconoce el significado de las palabras diálogo, tolerancia o control. En su vacante cavidad craneal dan vueltas zumbando como avispas las palabras de mami: “Los machos no lloran”. También escucha a papi: “El que da primero, da dos veces”.

Como animal de manada, Machito espera en tensión a que alguien haga algo. Él sabe que el que no nace para líder, nace para monigote. El sudor cabalga por sus mejillas y muere silenciosamente en el cuello de su apretado uniforme. Lo muerden los nervios. Se concentra en la rigidez de su cuerpo, en la inflexibilidad de su propósito, en evitar a toda costa quedar como un cobarde, como una “nena”.

Aunque no puede mirar hacia atrás, Machito sabe que a sus anchas espaldas se eleva un importante edificio en el que trabajan los líderes del país. Eso le lleva a pensar en sus propios héroes, esos cabecillas masculinos que, aunque usan corbata, no temen llamarle “pato” al que se lo merezca y no dudan en darle contratos a ex-modelos de exuberantes asimetrías carnales.

Un movimiento súbito asusta a Machito. Sin saber cómo empezó todo, su macana vuela y rebota contra el cráneo de alguna mujer buscabullas. O transeúnte inocente: poco importa. Machito agrede con felicidad: la violencia reafirma su machismo. Machito nunca piensa en las consecuencias: en su infinita macharranería grupal se cobija de su ignorancia. Otra vez.

2 comentarios:

David dijo...

Esos impulsos los sufren (o disfrutan) miembros de otros cuerpos de policía en otros países. Imagino que la educación tendrá algo que ver. La educación que les dan en las academias de policía. Luego nos ponen un programita donde nos los pintan como santos, igual que a los médicos. curioso

David dijo...

Olvidaba a los abogados, esos santos.